Los poemas sobre nada

1

Escribiré un poema sobre la nada
lleno de tambores y pelotas como estrellas
un poema que diga paisito y tenga costas
sobre un río que parece un mar, de agua marrón, etc.
Escribiré un poema sobre la nada y lo pondré
a bailar tango lentamente
a galopar sobre la penillanura
a contrabandear pasta de dientes
a votar.
Escribiré un poema sobre la nada que será una cosa
un mate lavado
o un disco de vinilo de esos hombres con bigote
la sombra de un inmenso soldado de metal 
sobre el pasto y las palmeras.
El poema sabe lo que dice, modesto: empieza por el norte,
hundidos los pies en el calor de las termas
y va bajando, junta naranjas, ve los muros pintados,
cruza charcos, camina por calles de adoquín y salta,
olímpicamente, al río que parece un mar, de agua marrón, 
etc. y no se hunde.

2

Quisiera hacer un podcast aprovechando la nada
un podcast elástico y brutal
en el que impartir compartir departir sobre mis fecundos
eternos insondables conocimientos
los datos que acumulo y saco 
cada tanto para sorprender a un auditorio reducido.
Quiero hacer un podcast sobre la nada
que sea rápido y denso, erudito y ligero
como esas canciones
que hacen de cortina al show.
Quiero que el podcast me dé un público más amplio, 
diverso y dividido, mejorar a todos
darles comida para pensamiento, motivos de discusión y de sorpresa,
alegrarlos de pronto
con mis comentarios ingeniosos, con mis poemas, hijos de la espera.
Quiero hacer etc. mientras oteo, con ansias,
el campo a lo lejos, hecho de verde y tiempo,
y lo veo: ya está ahí el podcast, sin mí.
Da la vuelta como un caballo de madera
brioso reluciente y se detiene solo para mirarse,
pájaro discreto, en el reflejo de un virtuoso tajamar.

3

Voy a escribir un poema sobre la nada
inverificable —que diga las cosas/
no digas las cosas—
un poema que empiece en la primera página
se derrame como por casualidad por la segunda
y se sostenga en base a voces hasta la quinta o sexta:
repeticiones. Voy a escribir una vez más un poema sobre la nada
que pase lentamente una pluma
por el pie de todo, que grite
sin hacer ruido, un perro mordiéndose la cola,
esa cosa que se repite clap clap
y de pronto oculta el cuerpo
bajo un montón de hojas ¡y en verano!

4

Haré un poema de exaltación patriótica sobre absolutamente nada:
sobre cosas chiquitas, preciosas, únicas,
un poema mínimo que, en las antologías,
se perderá, casi, entre los caudalosos versos de Mármol y la «Brasiliana em Três Cantos».

Será un poema escueto, sin pretenciones, apenas vanidoso,
(lo suficiente como para reclamar para sí la humildad)
y tendrá, por supuesto, los pies descalzos, próximos a la Tierra.

Cuando esté echado ya sobre la página,
como dados en la mesa del casino o una señorita en la hierba,
lo miraré un instante, pensaré en sus bordes, en la manera en que habla…
Cuidadosamente le bajaré un tono a su voz, le moveré el pelo un poco, le imaginaré una nueva sonrisa:
pondré en el cuadrado de sus estrofas
tres de esas frutas que se llaman certezas, la que se llama ilusión, la sombra de los héroes exiliados
y dejaré afuera las eses.

5

Quisiera hacer un verso, una canción dispersa,
que cobre en cobre o en dólares (son verdes y eso los hace
inmensamente atractivos y brillantes).
Un verso que rabie
que clame
se rebele
se manifieste
grite
arda
contra la injusticia (un verso que salga de la injusticia
y la muestre y la consuma).
Quisiera hacer un verso aprovechando la nada
(un verso que reciba herencia
y gane concursos
pero que esté, tambien,
contra la herencia y los concursos
y, en general, un verso que esté contra todo lo malo,
incluyendo la propiedad privada
y, dios me libre, el libre mercado).
Quisiera hacer un verso manchado
por el barro del pueblo,
con los pies enterrados en el pueblo
y la frente en alto.
Un verso que diga cosas (que sea claro, que argumente bien,
un verso educado, por supuesto, pero opuesto con determinación
a la educación burguesa y opresora).
Quisiera hacer un verso aprovechando la nada
pero que sea todo: que tenga calle
y tenga, en su arsenal, palabritas,
imágenes circulares como la que dice aquello,
que todo lo sólido se disuelve, etcétera.

6

Escribiré un poema sobre la nada,
un poema furibundo
triste
escueto pero elocuente
un poema sobre nada
que tenga moraleja.
Que muestre,
el poema,
su integridad moral irreprochable,
que maneje,
el poema,
un solo discurso en arte mayor
(será un verso sobre nada, pero alejandrino).
No deberá notarse, sin embargo, esa cualidad suya
por lo que
daré enter.
Lo escribiré, aunque con simpleza, en el tono del panegírico y mi verso creará mitos, mártires, dioses anónimos, ejemplos, arquetipos, modelos.

Usaré para mi verso
un caso: una caída llena de gloria y patetismo
para que mi poema sobre la nada
pueda elevarlos a todos.

7

Quisiera hacer un verso aprovechando la nada
y como a la nada
ponerle luces de ambulancia o luces de patrullero o luces
de árbol de Navidad (la nada reluce
contra el asfalto, refleja
su color insistente en charcos, en chapas,
en retrovisores, en puertas
blindadas, en vidrios polarizados).
Quisiera hacer un verso aprovechando la nada
que reclame un espacio: será leve como un potro
y dará vueltas a la plaza, pero no dejará restos,
porque será caballo,
mas caballo metafísico.
Quisiera hacer un verso aprovechando la nada
que sea inmune a las balas y sordo a las preguntas capciosas,
un verso no identificado,
un verso silencioso, secreto, mudo,
discreto, honrado, un verso que sepa cuando decir
«buenos días» y sepa decir «hasta luego».
Quisiera hacer un verso aprovechando la nada,
que ponga el grito bien alto,
en el cielo, un verso que se gaste la ropa
contra el suelo, que viva en murmullos,
un verso que hable fuerte, claro, y a la vez
sea hermético como un símbolo extraño.
Quisiera hacer un verso arovechando la nada
que sea tan contradictorio como la voz delicada
que dice ay de mí en éxtasis.

8

Escribiré un poema sobre la nada
pero de solo a solo, sin testigos.
Un poema que me mire, en cuarentena,
y al que yo mire mirarme como a un vacío,
como a la voz callada del confinamiento voluntario
o forzado,
el eco dulce de la nada que murmura:
el lago transparente de Narciso apenas rodeado
de pastizales y por el paso lento de biguás
y de carpinchos.

Todo eso puesto ahí por una mano amable,
enguantada de azul, como una señal celeste,
y esa boca ¡tapada! casi hasta los ojos, sin
respirar, sin ensuciar el agua, con el toque
serio de las cosas que esperan, gestos
de leve talco, neutralidad de jabón y alcoholes.
Todo eso puesto ahí como un guardado secreto
de roedores y avecillas por la voz que dice nada
en la radio, lee proclamas, cartas a los lectores,
por la eminencia gris del virus, el ruido molesto
de las fábricas, los pasos de los hombres y
las mujeres que marchan, bajan escaleras,
suben por la calle hasta que el río se agota,
hasta que la sangre se detiene en las sienes.

Como un bloque de arena, mi canción-poema
se derramará en la orilla,
contagiará otras voces, infectará las calles y el sentido exacto
de estos versos se perderá hecho agua,
vuelto nada como la capa lípida que lo envuelve, frágil corona,
ante la avasallante potencia de la espuma.


Acompaña los poemas el cuadro Erased de Kooning Drawing (1953), de Robert Rauschenberg.


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